Por un instante, al oír a Blaze Kenyon burlarse de su madre muerta, un deseo de venganza se apoderó de Chrissy, pero se dio cuenta de que vengarse sólo serviría para perder su trabajo y quedar a merced de Blaze. ¡Y además tenía que velar por la pequeña Rosie! No le quedó más remedio que aceptar el puesto de ama de llaves que le ofrecía Blaze. A fin de cuentas, se dijo, no iba a ser su dueño y señor, y no tendría que estar sometida nunca más a su poder de seducción.
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